Su majestad El Diablo.

Un viernes caleño se convirtió (tras 5 horas de camino) en una madrugada de carnaval. Amigos en todas partes, música, camino y caminantes, palabras y palabreros. Una fiesta con el verbo, un diablo con guarapo en las venas que deja por su paso un felicidad que raya con la euforia y la locura. Su majestad el diablo, sin haber entrado a Riosucio, nos abrió la puerta esa madrugada del Sábado. La plaza de La Candelaria a reventar, gentes de todas las formas y colores, acentos y saberes. El carnaval es un encuentro con el país y con parte del mundo. Sin más y tras haber atravesado por el ron, el vodka, el tequila y el brandy, amanecimos caminando en una alborada de Carnaval. El sábado en la mañana despertamos en una casa cuyo alquiler costó $1’200.000 COP (algo así como USD$680* sólo por el fin de semana y sin ningún mueble).  Dormirnos todos en colchonetas, Riosucio es una población pequeña, así que caminamos siempre caminamos.

 

El sábado en la tarde era   la entrada de las colonias, como buenos tulueños, preparamos una comparsas y salimos a bailar al ritmo de chirimías, el pueblo se llena de chirimías durante los días de carnaval y en una que otra esquina un conjunto de dos gaitas y dos tambores enloquecen a multitudes diminutas que bailan al ritmo de la puya, el bullerengue y de su majestad la cumbia.

Cachos por todas partes en el Carnaval de Riosucio. Yo, muy sabiamente, decidí que en la vida volveré a lucir esas protuberancias ornamentales en mi frente, por eso no compré ni usé cachos en este carnaval, apenas terminé de recuperarme de la extracción de los últimos que tuve.

En la noche del sábado, entrando por la Avenida Los Fundadores, el Diablo del Carnaval custodiado por una guardia de cientos de diablos y diablas enloquece de nuevo al pueblo que bulle en gente. Las plazas repletas, la música, los músicos y los poetas. Han llegado de a pocos una serie de personajes insólitos: Guarapoman, un grupo de científicos cinematográficos, un ejército de fotógrafos, un travesti barbado con vestido de novia. El carnaval es un espacio para ser y no ser. El desfile de cuadrillas, nos paramos en una calle en la que ala sombra hacían unos deliciosos 20 °C y que al cruzar la calle se convertían en al menos 29°C por el sol del eje cafetero. Millones de colores, cuentas, lentejuelas, plumas, texturas, el carnaval es también una fiesta de las artes plásticas. Trajes, canciones y bailes que tardan un año en ser preparados, creativos, costosos, mágicos. Hombres y mujeres sin rostro, arlequines, demiurgos que cambian de forma de humano a animal y viceversa .

El recorrido por las casas cuadrilleras es una tradición tan bella como extraña, las personas en un acto de amor por el carnaval y su gente, abren las puertas de sus casas, ofrecen trago y comida para ver pasar a las cuadrillas cantando. Las cuadrillas en una maratónica labor y tras haber caminado más de 4 horas de desfile, recorren todo el pueblo cantando en una veintena de casas, una y otra vez con la misma emoción que al comenzar el recorrido. Me encontré con un montón de rostros que imaginaba conocer. Encontré también uno conocido, un compañero del preescolar que sé que me recuerda, pero que no sé porqué no quise saludar, a veces el recuerdo y la nostalgia son caprichosos y un tanto estúpidos.

 

Un encuentro con el diablo del carnaval, una conversación con una efigie de varios metros de altura que sostiene un pergamino y un calabazo. Un encuentro también con mis calles, con ese lugar donde (ya no recuerdo) di mis primeros pasos, una certeza, la de tener que volver cada dos años y encontrarme con el diablo y conmigo. *Lo del precio en dólares es simplemente para darle más clase al blog. Si algo le hace falta a esto es justamente clase.